domingo, 29 de octubre de 2017

RAFAEL PÉREZ DE VARGAS Y QUERO,
CONDE DE LA QUINTERÍA
(1870 – 1953)

(Tomado de: Andújar, ciudad fénix.
Cuadernos de Historia
).


Noble


“El Conde”, sin más, fue conocido así durante la posguerra al quedar como único baluarte de la antaño nutrida nómina de apellidos altisonantes que dejaron su impronta en palacetes y blasones de la muy noble y leal ciudad. Don Rafael tuvo que lidiar con el nuevo rumbo que tomaría este país, embelesado aún en gran medida por los oropeles de la rancia nobleza, pero dirigido por la alta burguesía, formada por industriales, banqueros y grandes propietarios. No obstante, no fue ajeno al devenir de su tiempo y presidió el consistorio de su ciudad, se implicó en reformas urbanísticas y estéticas, y dirigió los destinos de la cofradía de la patrona de Andújar.

Palacio del Conde de la Quintería,
en una antigua postal.


Nuestro personaje fue bautizado el 16 de noviembre de 1870. Como tantas veces ocurre, solo podemos imaginarnos sus años de mocedad, ante la ausencia de datos, aunque no es difícil verlo rodeado de ayas y criados, correteando por las estancias del casón familiar y dejándose imbuir por el pasado de sus ancestros. Su padre fue Agustín Pérez de Vargas Zambrana y su madre, Rosa Quero Ruiz-Soldado.

(Tomado de la portada del libro de
Manuel Garzón del Nido).


Como ya se ha dicho, se implicó en política, y así formó parte de varias corporaciones locales durante la dictadura de Primo de Rivera. De hecho, es el único concejal que repite en los cinco ayuntamientos constituidos en este periodo. Su filiación política entronca con el espíritu del dictador, corroborado por su apoyo incondicional al nuevo partido creado para dar sustento al régimen: la Unión Patriótica, siendo el presidente de esta formacíón política en Andújar. Fue alcalde de la ciudad del 8 de septiembre de 1924 al 25 de febrero de 1930, momento trascendental en la historia de España, que se dirigía al segundo ensayo republicano de su historia; pero también importante para Andújar, pues en 1928 se conmemoró el centenario de la aparición de la Virgen de la Cabeza, con todo lo que ello implica en tan mariana ciudad. No fue dulce su paso por la alcaldía, ya que tuvo que lidiar de continuo con los recelos que su figura provocaba, más que en el pueblo llano, en los adictos a la monarquía (por ejemplo: el conde de la Lisea) y también dentro del sector liberal (José Orti Gómez, entre otros). Ante las críticas, costeará obras y premiará a trabajadores, usando incluso su peculio.

Mientras que ostentó la vara de mando en el antiguo corral de comedias, don Rafael trató de embellecer su ciudad con obras tan emblemáticas como los jardines de Colón y el paseo de las Vistillas, la instalación de artísticas farolas y el adoquinado de calles y plazas. Eso sí, alteró un elemento característico de las viejas casonas al ordenar que se eliminasen las rejas adelantadas hacia la calle. Él mismo, para dar ejemplo, lo hizo con las de su casa, el edificio que hoy ocupa el colegio de los PP. Trinitarios, legado a esa comunidad religiosa en su testamento. Sus desvelos hicieron que se formara a su alrededor una opinión general de hombre dedicado a su pueblo y harto generoso. Todo ello contribuyó a que fuera nombrado hijo predilecto en 1925.

El paseo de las Vistillas, a principios del siglo XX.

Alternó su cargo municipal con el de de hermano mayor de la cofradía de la Virgen de la Cabeza, de 1921 a 1923, y presidió las comisiones de caballeros que organizaron los actos del VII centenario de la aparición. Su mujer, doña Elvira, se encargó de presidir la comisión de damas.

Durante la II República pasó un momento apurado cuando fue acusado de estar detrás de la intentona golpista de Sanjurjo en 1932, estando a punto de ser deportado a África. Se libró gracias a la labor del abogado Basilio Álvarez, diputado en el congreso. Durante la guerra civil, pasó la mayor parte del tiempo en distintas cárceles y en el campo de concentración de Totana, en Murcia.

Tras la guerra, se dedicó a la recuperación de buena parte del patrimonio cofradiero de la ciudad, empezando por la cofradía de Señor de la Paciencia. De hecho, ya antes de guerra estuvo vinculado a ella. En 1918 acondiciona la capilla del Cristo, en la parroquial de Santa María La Mayor. En la inauguración participó el obispo y quedó expuesto al público el manuscrito de San Juan de la Cruz, Dichos de luz y amor, propiedad de la familia Piédrola, con la que entroncaba su esposa. Ese mismo año también se enfrasca en el acondicionamiento de la antigua capilla de San Pedro o de los Salcedo, para albergar una imagen de la Virgen de la Cabeza.

Cristo de la Agonía, en la capilla del mismo nombre
(Foto: Francisco Miguel Merino Laguna).

Don Rafael fue el artífice de la nueva cofradía de la Paciencia, costeando de su bolsillo la nueva imagen (obra del escultor Amadeo Ruiz Olmos), el paso procesional (salido, como tantos otros en la ciudad, de los talleres Mefre) y gran parte de las insignias que hoy luce la hermandad cuando procesiona en la noche del Miércoles Santo. Como hecho anecdótico hay que indicar que, al no estar finalizada la imagen para la Semana Santa de 1940, procesionó el Cristo de la Agonía, crucificado que también pertenecía al conde.

También costeó de su bolsillo otras imágenes de la ciudad como el Nazareno y Cirineo de San Miguel (el popularmente conocido como Señor de los Señores). Esta fue otra hermandad en la que se implicó de manera rotunda, pero su munificencia hizo que los templos se llenasen de otras obras que hoy se sabe, salieron de la gubia del imaginero valenciano Enrique Pariente Sanchís: Santa Teresa, San Miguel, San Isidro labrador, etc.

Procesión del "Señor de los Señores" en los años cincuenta
(Foto: José Reca).


El que fuera sexto conde de La Quintería, conde de Agramonte y Valdecabriel, noveno marqués de Santa Rita, caballero de las orden de Alcántara y maestrante de Sevilla falleció en su palacio de la calle Ollerías el 7 de febrero de 1953. Su entierro fue de una gran sencillez, quedando depositado su cuerpo en el enterramento de la capilla del Cristo de la Agonía que, anexa a la iglesia de Santa María, fue costeada por él y que fue inaugurada en 1925. Casó en dos ocasiones: con Carmen Pérez de Vargas Cañavate y María Elvira Pérez de Vargas y Pérez de Vargas. Murió sin descendencia, siendo su sucesor, José Pérez de Vargas y del Río, sobrino suyo. Su hermano fue el deán de la catedral de Jaén, Ramón Pérez de Vargas.



FUENTES:

GARZÓN DEL NIDO, Manuel; Cosas, casos y costumbres de Andújar. Andújar, el autor, 2002.

PÉREZ GARCÍA, Luis Pedro; Andújar 1900-1936. Monarquía, Dictadura, República. Jaén, IEG, 2005.

RODRÍGUEZ, José Vicente. Introducción a la edición facsímil de los Dichos de Luz y Amor de San Juan de la Cruz. Madrid, Editorial de Espiritualidad, 1976.

VARIOS, Andújar, ciudad fénix. Cuadernos de historia IV. Andújar, Asociación de Amigos de la Historia, 1983.

Revista Don Lope de Sosa.

Actas de la antigua hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Paciencia (1940-1953).

www.gw.geneanet.org.





1 comentario:

  1. Manuel, buscando un dato en Internet, me ha aparecido esta publicación de tu blog. La leí hace años, pero entonces la rapidez me impidió advertir que en ella se citan dos referencias al sobrino del Conde de la Quintería (Rafael Pérez de Vargas y Quero), que posteriormente heredó su título: José Pérez de Vargas y del Río, con quien mantuve amistad durante muchos años, hasta su muerte que adivinando la cercanía me llamó para entregarme su carnet de UGT, expedido en septiembre de 1936. Fueron momentos emotivos por su narración –el por qué lo había guardado y el por qué me lo daba:, para evitar su destrucción por la familia–, pero sobre todo cuando me dijo: “Santiago yo quiero a mi familia, pero tengo más confianza con Usted”.
    Como estaba muy solo, me llamaba con frecuencia por teléfono; sus conversaciones eran interminables. Yo iba a su casa en la calle Ollerías, él venía a la mía en la Corredera de San Bartolomé y, previamente, llamaba también a Luis Aldehuela –que vivía muy cerca, en la misma calle– para reunirnos los tres en mi despacho. Allí hablábamos sobre el pasado, aunque el verdadero pretexto era siempre el presente.
    A los dos les debo mucho, porque fueron fuentes orales de varias de mis publicaciones. De Pérez de Vargas, además de colaborar conmigo en “Cuadernos de Historia”, del que fui director desde 1983 a 1990, le debo dos publicaciones, sin la cual hubiera sido imposible publicarlas:
    - “Los Teatros en Andújar, 1875-1935”, publicada en El Nuevo GUADALQUIVIR (Andújar), número extraordinario y especial para la Feria de septiembre de 1993. Incluso el gobierno municipal de Andújar, antes de inaugurar el nuevo teatro en 2006, me pidió un informe sobre la historia de los teatros de la ciudad y sobre la razón de denominar “Principal” al que iban a abrir.
    - “La Virgen de la Cabeza a través de los papeles amarillos del siglo XIX” «El Toro de Caña», Revista de Cultura Tradicional de la a Provincia de Jaén, N.º 8/2002. Diputación Provincial de Jaén:
    En el caso de Luis, la relación fue distinta. Como vivíamos tan cerca, cuando terminaba un cuadro me llamaba a media jornada y se ponía a explicarme su concepto de aquel diseño y qué colores iban a resaltar. Otras veces lo que buscaba era simplemente hablar, porque la soledad era para él, como solía decir, una fuente de inspiración, pero también de depresión.
    En definitiva, sobre el VII Conde de la Quintería, puedes leer en Internet lo siguiente:
    • Fundación Pablo Iglesias: “Diccionario biográfico del socialismo español, 1879-1939”. Biografía de José Pérez de Vargas y del Río: https://fpabloiglesias.es/entrada-db/33999_perez-vargas-y-del-rio-jose/
    • «El Toro de Caña», Revista de Cultura Tradicional de la a Provincia de Jaén, N.º 8/2002. Diputación Provincial de Jaén: “La Virgen de la Cabeza a través de los papeles amarillos del siglo XIX”
    https://www.dipujaen.es/hemerotecadigital/viewer.vm?id=0001600407&page=574&search=&lang=es&view=prensa

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