RAFAEL
PÉREZ DE VARGAS Y QUERO,
CONDE
DE LA QUINTERÍA
(1870
– 1953)
(Tomado de: Andújar, ciudad fénix. Cuadernos de Historia). |
Noble
“El Conde”, sin más,
fue conocido así durante la posguerra al quedar como único baluarte
de la antaño nutrida nómina de apellidos altisonantes que dejaron
su impronta en palacetes y blasones de la muy noble y leal ciudad.
Don Rafael tuvo que lidiar con el nuevo rumbo que tomaría este país,
embelesado aún en gran medida por los oropeles de la rancia nobleza,
pero dirigido por la alta burguesía, formada por industriales,
banqueros y grandes propietarios. No obstante, no fue ajeno al
devenir de su tiempo y presidió el consistorio de su ciudad, se
implicó en reformas urbanísticas y estéticas, y dirigió los
destinos de la cofradía de la patrona de Andújar.
Palacio del Conde de la Quintería, en una antigua postal. |
Nuestro personaje fue
bautizado el 16 de noviembre de 1870. Como tantas veces ocurre, solo
podemos imaginarnos sus años de mocedad, ante la ausencia de datos,
aunque no es difícil verlo rodeado de ayas y criados, correteando
por las estancias del casón familiar y dejándose imbuir por el
pasado de sus ancestros. Su padre fue Agustín Pérez de Vargas
Zambrana y su madre, Rosa Quero Ruiz-Soldado.
(Tomado de la portada del libro de Manuel Garzón del Nido). |
Como ya se ha dicho, se
implicó en política, y así formó parte de varias corporaciones
locales durante la dictadura de Primo de Rivera. De hecho, es el
único concejal que repite en los cinco ayuntamientos constituidos en
este periodo. Su filiación política entronca con el espíritu del
dictador, corroborado por su apoyo incondicional al nuevo partido
creado para dar sustento al régimen: la Unión Patriótica, siendo
el presidente de esta formacíón política en Andújar. Fue alcalde
de la ciudad del 8 de septiembre de 1924 al 25 de febrero de 1930,
momento trascendental en la historia de España, que se dirigía al
segundo ensayo republicano de su historia; pero también importante
para Andújar, pues en 1928 se conmemoró el centenario de la
aparición de la Virgen de la Cabeza, con todo lo que ello implica en
tan mariana ciudad. No fue dulce su paso por la alcaldía, ya que
tuvo que lidiar de continuo con los recelos que su figura provocaba,
más que en el pueblo llano, en los adictos a la monarquía (por
ejemplo: el conde de la Lisea) y también dentro del sector liberal
(José Orti Gómez, entre otros). Ante las críticas, costeará obras
y premiará a trabajadores, usando incluso su peculio.
Mientras que ostentó la
vara de mando en el antiguo corral de comedias, don Rafael trató de
embellecer su ciudad con obras tan emblemáticas como los jardines de
Colón y el paseo de las Vistillas, la instalación de artísticas
farolas y el adoquinado de calles y plazas. Eso sí, alteró un
elemento característico de las viejas casonas al ordenar que se
eliminasen las rejas adelantadas hacia la calle. Él mismo, para dar
ejemplo, lo hizo con las de su casa, el edificio que hoy ocupa el
colegio de los PP. Trinitarios, legado a esa comunidad religiosa en
su testamento. Sus desvelos hicieron que se formara a su alrededor
una opinión general de hombre dedicado a su pueblo y harto generoso.
Todo ello contribuyó a que fuera nombrado hijo predilecto en 1925.
El paseo de las Vistillas, a principios del siglo XX. |
Alternó su cargo
municipal con el de de hermano mayor de la cofradía de la Virgen de
la Cabeza, de 1921 a 1923, y presidió las comisiones de caballeros
que organizaron los actos del VII centenario de la aparición. Su
mujer, doña Elvira, se encargó de presidir la comisión de damas.
Durante la II República
pasó un momento apurado cuando fue acusado de estar detrás de la
intentona golpista de Sanjurjo en 1932, estando a punto de ser
deportado a África. Se libró gracias a la labor del abogado Basilio
Álvarez, diputado en el congreso. Durante la guerra civil, pasó la
mayor parte del tiempo en distintas cárceles y en el campo de
concentración de Totana, en Murcia.
Tras la guerra, se
dedicó a la recuperación de buena parte del patrimonio cofradiero
de la ciudad, empezando por la cofradía de Señor de la Paciencia.
De hecho, ya antes de guerra estuvo vinculado a ella. En 1918
acondiciona la capilla del Cristo, en la parroquial de Santa María
La Mayor. En la inauguración participó el obispo y quedó expuesto
al público el manuscrito de San Juan de la Cruz, Dichos de luz y
amor, propiedad de la familia Piédrola, con la que entroncaba su
esposa. Ese mismo año también se enfrasca en el acondicionamiento
de la antigua capilla de San Pedro o de los Salcedo, para albergar
una imagen de la Virgen de la Cabeza.
Cristo de la Agonía, en la capilla del mismo nombre (Foto: Francisco Miguel Merino Laguna). |
Don Rafael fue el
artífice de la nueva cofradía de la Paciencia, costeando de su
bolsillo la nueva imagen (obra del escultor Amadeo Ruiz Olmos), el
paso procesional (salido, como tantos otros en la ciudad, de los
talleres Mefre) y gran parte de las insignias que hoy luce la
hermandad cuando procesiona en la noche del Miércoles Santo. Como
hecho anecdótico hay que indicar que, al no estar finalizada la
imagen para la Semana Santa de 1940, procesionó el Cristo de la
Agonía, crucificado que también pertenecía al conde.
También costeó de su
bolsillo otras imágenes de la ciudad como el Nazareno y Cirineo de
San Miguel (el popularmente conocido como Señor de los Señores).
Esta fue otra hermandad en la que se implicó de manera rotunda, pero
su munificencia hizo que los templos se llenasen de otras obras que
hoy se sabe, salieron de la gubia del imaginero valenciano Enrique
Pariente Sanchís: Santa Teresa, San Miguel, San Isidro labrador,
etc.
Procesión del "Señor de los Señores" en los años cincuenta (Foto: José Reca). |
El que fuera sexto conde
de La Quintería, conde de Agramonte y Valdecabriel, noveno marqués
de Santa Rita, caballero de las orden de Alcántara y maestrante de
Sevilla falleció en su palacio de la calle Ollerías el 7 de
febrero de 1953. Su entierro fue de una gran sencillez, quedando
depositado su cuerpo en el enterramento de la capilla del Cristo de
la Agonía que, anexa a la iglesia de Santa María, fue costeada por
él y que fue inaugurada en 1925. Casó en dos ocasiones: con Carmen
Pérez de Vargas Cañavate y María Elvira Pérez de Vargas y Pérez
de Vargas. Murió sin descendencia, siendo su sucesor, José Pérez
de Vargas y del Río, sobrino suyo. Su hermano fue el deán de la
catedral de Jaén, Ramón Pérez de Vargas.
FUENTES:
GARZÓN DEL NIDO, Manuel;
Cosas, casos y costumbres de Andújar. Andújar, el autor,
2002.
PÉREZ GARCÍA, Luis
Pedro; Andújar 1900-1936. Monarquía, Dictadura, República.
Jaén, IEG, 2005.
RODRÍGUEZ, José
Vicente. Introducción a la edición facsímil de los Dichos de
Luz y Amor de San Juan de la Cruz. Madrid, Editorial de
Espiritualidad, 1976.
VARIOS, Andújar,
ciudad fénix. Cuadernos de historia IV. Andújar, Asociación de
Amigos de la Historia, 1983.
Revista Don Lope de
Sosa.
Actas de la antigua
hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Paciencia (1940-1953).
www.gw.geneanet.org.
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