jueves, 31 de diciembre de 2020

 

PEDRO JOSÉ CASTILLO TORRES

(1902 - 1990)



Dibujo realizado por Santiago
Estévez en 1984
(Revista Fénix)


Alfarero y ceramista


En una fría mañana parecida a la que escribo estas líneas, traspasaba la puerta de la casa del maestro Castillo para hacerle una entrevista, con objeto de publicarla en la revista Fénix, del entonces I.B. Mixto número 2 (IES Jándula, con el tiempo). Corría el año 1983 y Pedro Castillo acababa de ser nombrado hijo predilecto de la ciudad de Andújar. Todavía perdura en mi recuerdo el olor a alfar, a picón y a barro húmedo. Una curiosa conjunción y una oportunidad única para mí, entonces estudiante de BUP, que me permitió conocer, aunque brevemente, a una de las personas que habían apuntalado contra viento y marea esta tradición tan nuestra. Me auxilio ahora de aquellas notas tomadas a vuelapluma, pero también de la entrañable biografía que publicara en el año 2002 Enrique Gómez Martínez.



 Portada de la biografía escrita por
Enrique Gómez en 2002


Nace nuestro biografiado en Andújar, el 30 de marzo de 1902, en la calle Juderías. A la temprana edad de diez-doce años ya trabajaba en la alfarería de Fernando Carrasco, en pleno altozano de San Pedro. Su función era la de pintor, pero siempre que podía, Pedro Castillo trataba de emular a su maestro modelando piezas de barro. Ante un pedido mayor de lo acostumbrado, se recurre al joven aprendiz para que eche una mano en el taller. Es la ocasión propicia para demostrar lo que sabe e iniciarse en el oficio de alfarero, fabricando jarras, botijos, candelabros, etc, sin olvidarnos de los famosos “pitos” tan usados en las romerías de antaño. Con posterioridad, entra a trabajar con Antonio Mezquita. Corre el año 1917.

En 1930 contrae matrimonio con Antonia Ruano Jurado. La pareja toma como residencia una casa en la calle Rosalejos, que también servirá de alfar a Pedro, independizado de Mezquita un año antes. Hoy en día, esta calle lleva el nombre de nuestro artista: “Alfarero Castillo”. De la unión nacerían tres hijas: María Dolores, Ana María y Antonia, que ayudarán a su padre pintando las piezas que, sin descanso, salgan de las manos talentosas de su padre. La mayor de ellas, con el tiempo, será quien permanezca en el negocio familiar, pintando los cacharros y atendiendo a la cada vez más numerosa clientela.



Actual calle Alfarero Castillo, antes Rosalejos
(Foto tomada del Facebook de Andújar Express)


Siempre recordará con satisfacción aquella época de los años veinte con una Andújar volcada en la actividad cerámica, escuela incluida que, por desgracia, vino a truncar la guerra. Por cierto que durante la contienda civil tuvo que dejar su oficio y fue contratado como intendente del hospital municipal. Tras estos aciagos años, retoma su actividad y a finales de los años cuarenta pasa de alfarero a ceramista. Una característica peculiar de este artesano es que siempre usó el tradicional horno árabe para la cocción, labor que requiere de gran pericia pues es necesario preparar el fuego con la dosis justa de material para la combustión. La fama del alfar andujareño llega muy lejos y de todas partes le reclaman más y más piezas, que comienza a firmar. En esta época dorada para Castillo, llegan a trabajar para él hasta veinticuatro mujeres, pintando, y tres muchachos. Uno de sus discípulos fue el también afamado ceramista José Ramírez, con calle dedicada en paralelo a la suya, por cierto.

Entre las muchas distinciones y reconocimientos que recibió a lo largo de su vida podemos destacar: la Carta de Artesano (1955), “Artesano distinguido” de la Obra Sindical de Artesanía (1969), diploma de expositor de honor en varias ediciones de la Feria Internacional del Campo en Madrid, diploma de “Trabajador ejemplar” por parte de la delegación local de la Juventud (1973), diploma otorgado por la Federación Iberoamericana de Artesanía (1983), reconocimiento a toda una vida dedicada a la alfarería en la I Bienal de Cerámica de Úbeda (1986), etc. Fue nombrado en 1975 director honorario de la Escuela de Cerámica y, como se ha dicho, hijo predilecto de Andújar en 1983 por el pleno de la corporación municipal. Una de las aulas de los talleres de la Casa de Cultura fue rotulada con su nombre y algunos de sus cacharros y utensilios se pueden admirar hoy en día en la Casa del Alfarero del palacio de los Niños de don Gome.



Nombramiento de hijo predilecto en 1983
(Foto extraída del libro de Enrique Gómez)


Pedro Castillo fallecería en Andújar el 10 de enero de 1990. Alfredo Ybarra escribiría, a título póstumo, estas palabras: “Vino para adorar el barro, para, amasándolo, metérselo dentro y llorándolo crear una plenitud de formas a cual más bella en la perfección de sus pequeñas manos. Él era sencillo y quería todo lo sencillo. Había aprendido la poética del alfarero, la que gustaba del trato del tú a tú con la tierra, que es como decir con Dios, o ser Dios un poco. Sin vanidades, porque es la arcilla la que enseña, y el tiempo, y el sol, y el agua, y el cielo, fue Pedro encontrando la unión perfecta con la estética del paisaje de Andújar, fue adueñándose del duende encendido de este lugar y le dio la forma exacta en jarras, botijos, vasijas y mil cacharros. Lo que aprendió, lo mejoró; lo que mejoró, lo enseñó y lo que enseñó quedó como el perfil cierto de la mejor cerámica de Andalucía”.


FUENTES:

BAREA COLLADO, Manuel Andrés; “Personaje iliturgitanos: Pedro Castillo”. In Fénix, 2 (enero 1984), págs. 4 y 5.

CÓRCOLES DE LA VEGA, Juan Vicente; “Pedro Castillo Torres, de Andújar, Un alfarero con un gran corazón”, diario Jaén, 7 de marzo de 2010.

GÓMEZ MARTÍNEZ, Enrique; Biografia de Pedro Castillo. Alfarero y ceramista. Andújar, Ayuntamiento, 2002

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