martes, 20 de diciembre de 2011

RAMÓN COBO SAMPEDRO
(Primera mitad del S. XIX – 1911)


Sacerdote, profesor, latinista.

Cerramos el año con la reseña biográfica de un paisano, nacido en fecha aún por determinar y fallecido en Córdoba, ciudad en la que residió gran parte de su vida, el 20 de agosto de 1911. De él sabemos que tuvo dos vocaciones: de un lado, el sacerdocio; de otro, la enseñanza. En 1866 se graduó de bachiller en Filosofía por la Universidad de Granada, y tres años después nos lo encontramos ya como titular de una cátedra de latín, concretamente en el instituto provincial de Badajoz. No obstante, como ya hemos apuntado antes, su labor académica la desarrollaría, ante todo, en la vecina Córdoba, adonde fue destinado en 1874. Y allí permanecería durante toda su vida profesional, en el edificio que hoy alberga el instituto de educación secundaria “Góngora”, en la céntrica plaza de las Tendillas, y cuya fachada podemos apreciar en la foto.


Tendillas de Córdoba, con el instituto al fondo
 (lopezneyra.blogspot.com)


Entre 1880 y 1882 fue director del citado centro, repitiendo en el cargo en 1903, ante el repentino fallecimiento de su antecesor. En esta su segunda etapa al frente del instituto cordobés, se finalizaron unas importantes obras, dentro de los continuos proyectos de ampliación que llevaron a cabo diferentes directores a lo largo de finales del XIX y principios del siglo XX.

El obispo de Córdoba, Fray Ceferino González y Díaz-Tuñón (1875-1883), hombre de grandes dotes intelectuales, se fijó en la persona de Cobo Sampedro y lo incorporó al claustro del Seminario Conciliar de San Pelagio. Allí tuvo destacadas actuaciones. También fue profesor de la Universidad Católica Asimilada de Córdoba; académico de la correspondiente de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes (1897); y de la Real Academia de la Historia. Igualmente en su currículum hay que citar que fue doctor en Derecho por la Universidad de Granada (1873).

Es autor de un Análisis y traducción de las oraciones gramaticales latinas, obra publicada en Córdoba en 1878. También realizó estudios biográficos, como el dedicado a Ambrosio de Morales (humanista, arqueólogo e historiador cordobés del siglo XVI) (1879) y a Pablo de Céspedes (otro hombre del Renacimiento español: poeta, escultor, arquitecto...) (1881). Su pasión por la historia lo llevó también a publicar un estudio acerca del Cronicón de Sebastián, en 1870. 


Portada obra de Ramón Cobo


El periodista y literato cordobés Ricardo de Montis (1871-1941) cita otras de sus publicaciones, como el “Balance literario cordobés de 1911” (publicado en el Diario de Córdoba el 21 de enero de 1912) y las traducciones de los cronicones de Sampiro y del obispo e historiador hispano-romano Idacio. Igualmente es suyo el programa oficial de Latín y Castellano, y la Memoria sobre el estado del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Córdoba (1881).



FUENTES:

CABALLERO VENZALÁ, Manuel; Diccionario biobibliográfico del Santo Reino. Jaén, IEG, 1986. Tomo II.

ENCICLOPEDIA UNIVERSAL ILUSTRADA. Madrid, Espasa-Calpe. Tomo XIII.



domingo, 11 de diciembre de 2011

FRANCISCO DEL VILLAR Y BAGO
(? - 1639)



Escritor franciscano.

El personaje que traemos hoy aquí está envuelto por el misterio, y ello por dos motivos: el primero nace del desconocimiento que se tiene de este escritor, que debió ser persona muy apreciada en la época, a tenor de los datos que hemos manejado; y el segundo proviene del peculiar mosaico que forman los escasos, pero atrayentes, retazos de su biografía.

Sabemos que es hijo de Andújar porque así se afirma en una de sus obras: el Discurso apologético, en el cual se prueba que la población que antiguamente se llamaba Illiturgi o Forum Iulium, es hoy la ilustre ciudad de Andújar (manuscrito de 1639), aunque ignoremos su año de nacimiento. También conocemos algunos datos de su formación académica: hizo los estudios de Gramática con el presbítero licenciado Melchor Navarro; en 1582 seguía lecciones de Teología en el Colegio de San Antonio de Portaceli (Sigüenza), donde los estudiantes de la diócesis de Jaén disfrutaban de becas. Aunque Torres Laguna se refiere a él como religioso trinitario, perteneció a la Orden franciscana y debió residir en Andújar durante buena parte de su vida, ya que la mayoría de sus vicisitudes personales, así como su obra, tienen una relación directa con su ciudad natal. Llegó a ser Ciario Perpetuo y Comisario Apostólico de la Santa Cruzada en el Arciprestazgo de Andujar.

Pero Francisco del Villar no se limitó a ser un fraile más y a llevar una pacífica existencia en el convento de San Francisco, hoy desaparecido. Antes hemos citado una de sus obras, que no llegó a publicarse quizás por fallecer antes de poder darla a la luz. Sólo leyendo el título intuimos en el franciscano a un espíritu curioso y cultivado, ávido de conocimientos y de comunicarlos a los demás. Parece que Torres Laguna, en su obra Iliturgi, no llegó a consultar este manuscrito, pero cita al padre Villar porque este ya se había referido al origen de Andújar en una obra anterior. Nuestro biografiado defiende la teoría, ya abandonada, de que la antigua Iliturgi fue el germen de la actual Andújar y alaba la elección del lugar para la edificación de ambas ciudades. Todo esto lo podemos encontrar en la Relación de la fiesta que celebró el muy observante convento de San Francisco, de Andújar, al glorioso San Pedro Baptista y sus compañeros, primeros mártires del Iapón, editada en 1629, obra auspiciada por el propio autor y donde se recogen las distintas colaboraciones literarias que quisieron glosar este hecho del martirologio católico en un certamen poético, tan usual en la época, que se había celebrado dos años antes. En este caso fue galardonado con tres premios y demuestra su poder versificador con un soneto, décimas, glosa y romance.


Cuatro años después publica una obra de similares características: Relación del solemne recebimiento que en la Ciudad de Andújar se hizo a una Imagen de la Concepción de la Virgen Santíssima Nuestra Señora; aunque no se trate de reproducir en este caso ninguna contienda lírica. De 1635 tenemos la Fiesta a la conducción del agua y primeras fuentes de la Ciudad de Andújar. También en este último caso, el “alma mater” es el inquieto franciscano, que ya no participa como concursante pues formó parte del jurado de esta convocatoria acaecida en 1633.


Pero no sólo se dedicó nuestro fraile a glosar la actualidad de su ciudad: Caballero Venzalá se refiere a un manuscrito, conservado en la Biblioteca Nacional, donde defiende a Góngora, dentro de la polémica creada en la época acerca del estilo culterano: "Al padre maestro fray Joan Ortiz, ministro de la Santísima Trinidad en Murcia". El destacado tratadista Cascales respondió al padre Villar en una de sus Cartas filológicas (la número diez), alabando al primer Góngora pero criticando sus posteriores escritos, tan difíciles de entender.




El inquieto andujareño también mostró interés por la bóveda celeste, lo cual le acarreó algún que otro problema con la Inquisición. El profesor Coronas nos refiere cómo tuvo que demostrar ante el Santo Oficio que su interés por los astros era meramente científico y no adivinatorio.

Pero el hecho más misterioso de este fraile curioso y erudito, es su propia muerte. Volvemos a acudir a Torres Laguna que en su obra póstuma Andújar a través de sus actas capitulares (1600-1850), refiere un acuerdo del Cabildo, tomado el diez de junio de 1639: el Ayuntamiento de Andújar manda que se les dé captura a los asesinos de don Francisco del Villar, «clérigo, presbítero y vicario perpetuo de rentas de esta ciudad y arciprestazgo». El documento nos da los nombres de los matones (Juan de Arenas y Manuel de Mestanza), pero no explica sus motivos, añadiendo a la vida del padre Francisco nuevas incógnitas. Al primero de los asesinos -seguramente la mano ejecutora por tener el castigo más severo- se le condena a morir ahorcado y a que «después sea quitado de la dicha horca y hecho cuartos, que se pongan por los caminos que vienen de los cercados a la parte del arroyo Molinos y la cabeza y mano derecha se pongan en un palo alto y escarpia junto al barranco que está cerca del río Guadalquivir a la vista de la casa y cercado que dicen de las Colladas». A Manuel de Mestanza se le condenaba a seis años de galeras y al pago de las costas.

Restos del antiguo claustro de San Francisco

Ojalá que en un futuro próximo podamos saber más de este hombre del Barroco, figura desdibujada por el paso del tiempo, pero de una trayectoria vital tan interesante, que vivió con pasión, sobre todo lo relacionado con el cenobio franciscano, del cual tan pocos recuerdos nos han quedado, recuerdos como el de esta vieja fotografía donde aún se perciben las arcadas del claustro.



FUENTES:

ALBORG ESCARTI, Juan Luis; Historia de la literatura española. Tomo II. Madrid, Gredos, 1977.

CABALLERO VENZALÁ, Manuel; “Una fiesta a la Inmaculada Concepción en Andújar (S. XVII)”, Actas III asamblea de estudios marianos. Córdoba, El Almendro, 1987; pp. 132-136.

CANAVAGGIO, Jean; “Góngora et la comedia nueva. Un témoignage inédit de Francisco del Villar”, Melanges de la Casa de Velázquez. I, (1965), 245-254.

CASCALES, Cartas filológicas. Madrid, Espasa-Calpe, 1959. tomo I.

CORONAS TEJADA, Luis; La inquisición en Jaén. Jaén, Diputación provincial, 1991

TORRES LAGUNA, Carlos de; Andújar a través de sus actas capitulares (1600-1850) . Jaén, IEG, 1981.

VALLADARES REGUERO, Aurelio; “Dos justas poéticas celebradas en Andújar (1627 y 1633)”, BIEG, 164, (1997), 149-204.