jueves, 20 de marzo de 2014

SANTÍSIMO CRISTO DE LA PROVIDENCIA







En este caso, no vamos a centrarnos en ningún hombre o mujer nacido o criado en estas tierras, sino que dedicamos esta entrada a una advocación religiosa, cuyo nombre está ligado a la historia de Andújar. Viene a colación, no ya solo por estar inmersos en pleno calendario católico de Cuaresma, sino porque este año se han cumplido siete siglos de la creación de la leyenda que tiene a este Cristo como protagonista.




Pero vayamos por partes: en primer lugar, para los legos en cuestiones andujeñas, cabe decir que desde tiempo inmemorial podemos encontrar en pleno casco histórico, un pequeño espacio dedicado a la imagen de un crucificado de reducidas dimensiones, denominado desde siempre como “Cristo de la Providencia”. Hablábamos antes de su ligazón con la historia de Andújar y es que se podrían contar por millares los diálogos íntimos entre sus devotos y la pequeña imagen y el obligado saludo al pasar frente a su capillita, tras lo que fue almacén de granos de la ciudad, transformada hoy en Casa de Cultura.

Cuadro de José María Carrillo


 Las peticiones, ruegos y agradecimientos se suceden desde hace siglos, y siempre hay velas encendidas en su honor. ¿Cuándo se forjó todo esto? Si atendemos a la inscripción que hay colocada bajo la hornacina que protege al Cristo habría que remontarse a la noche del 17 de enero de 1314 cuando “en este sitio, un desdichado perseguido de muerte inminente imploró a Dios, con tembloroso fervor, diciendo: ¿No hay quién me ampare, Dios mío? Y oyó una voz divina que le dijo: “Te ampara la Providencia”. Y el milagro se realizó: sus verdugos huyeron”. Según nos informaba hace unos meses don Luis Salas Vieco, lo que hoy podemos contemplar es obra del maestro albañil Manuel Salas León y el oficial Fernando “el estanquero”. Los azulejos son obra de Bartolomé Herrera Clemente y la inscripción, de Manuel Aldehuela Palomino. Además, la reconstrucción de este espacio se debió a la munificencia de doña Concha Mármol Trigo, allá por el año 1940.




El historiador Carlos de Torres Laguna ofrece otra versión de los hechos, en su libro Leyendas y tradiciones iliturgitanas, cuarta entrega de su Historia de la Ciudad de Andújar y de su Patrona la Virgen de la Cabeza. Don Carlos ambienta los hechos en 1465, dentro de las luchas entre parte de la nobleza castellana y la endeble monarquía de Enrique IV. En este contexto histórico, un misterioso embozado se ofrece a Pedro Girón, enfrentado entonces al alcaide de Andújar y fiel defensor de la autoridad real, Pedro de Escavias, para asesinarlo. Al igual que en el cuadro de azulejos, se da una fecha concreta, aunque se difiera del día al igual que del año: el 20 de diciembre es cuando este personaje está a punto de apuñalar a Escavias, reunido entonces con los nobles andujareños en el Cabildo de Andújar, sito entonces en plena plaza de Santa María. Parece entreverse una antigua disputa personal con el alcaide (“Sí, le mataré, por la espalda, a traición... Me robó mi amor, mi vida, mi ilusión...”), pero todo se va al traste con una oportuna intervención divina: “El destino ha señalado la hora de su muerte... […] ¿Quién puede detener mi brazo?” […] “¡La Providencia!”. El autor decía haberse basado en antiguos documentos “que se conservan en el polvoriento archivo de una casa señorial”, pero todo parece indicar que es una fabulación del inquieto espíritu de Torres Laguna, tratando de darle una explicación histórica más concreta a la antigua leyenda. Su relato termina situando al asesino arrepentido en el santuario de La Cabeza, viviendo allí como un ermitaño el resto de sus días. 


 

No obstante, es más verosímil lo que recoge el propio Carlos de Torres en su obra póstuma Andújar a través de sus actas capitulares: “El 10 de mayo de 1704, martes, D. Alonso de Illescas […] pide licencia para poner una cruz en lienzo de pared de la Alhóndiga […] por haber muerto su hijo en este sitio el día 20 de abril, para que los fieles rueguen por él a Dios. La ciudad le autoriza para que incluso haga un nicho, rompiendo el muro con un arco de ladrillo, para que tenga más decencia. Se trata del llamado Cristo de la Providencia, cuya devoción existe muy arraigada aún en este tiempo y en torno del cual hay una famosa leyenda”. Como dice el propio hijo de Torres Laguna, José Carlos de Torres Martínez, es obvio que el dato de las actas resulte más fiable que la leyenda, aunque, como en tantas otras ocasiones, el pueblo embellezca la realidad o la complemente con su imaginación. Curiosamente, sobre este dato divergen dos de nuestros historiadores: mientras Jesús A. Palomino dice no encontrar dato alguno en los acuerdos de Cabildo del citado año de 1704, Rafael Frías se hace eco de una nota marginal que da fe del acuerdo, donde se indica incluso el nombre del finado: Cayetano de Illescas. Sea como fuere, lo que hay que agradecer es que la hornacina, reconstruida, como queda dicho, después de la guerra, no se perdiera con la lamentable demolición del edificio, a principios de la década de los setenta.






Por último, hay que reseñar que la advocación de la Providencia tiene su hueco en la Semana Santa andujareña. La Cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza decidió en 1958 incorporar a su desfile procesional la talla de un crucificado que recibe ese nombre. La obra, salida de la gubia del imaginero Efraín Gómez, desfiló durante muchos años el Jueves Santo. Últimamente lo hace el Martes, protagonizando un Viacrucis que recorre las intrincadas calles de la collación de Santa María. 

Tomado del blog De escuadras a tramos.


 
FUENTES:


FRÍAS MARÍN, Rafael; “El Cristo de la Providencia de Andújar: una devoción entre la leyenda y la realidad”, Alto Guadalquivir (Especial Semana Santa Giennense 2007), págs. 62-63.

PALOMINO LEÓN, Jesús Ángel; Ermitas, Capillas y Oratorios de Andújar y su término. Jaén, I.E.G. - Diputación provincial, 2003; pág. 294.

TORRES LAGUNA, Carlos de; Andújar a través de sus actas capitulares. Jaén, I.E.G. - Diputación provincial, 1981; pág. 218.

TORRES LAGUNA, Carlos de; Leyendas y tradiciones iliturgitanas. Andújar, Ayuntamiento, 1966; págs. 95-98.