ANA DELSO
(ANA CAMELLO GARCÍA)
(1922-2022)
Militante anarcosindicalista, libertaria y feminista
Leer la autobiografía de Ana Delso, nacida como Ana Camello García, es viajar a un tiempo que no por pasado se ha de olvidar ni mucho menos, pues las miserias e injusticias de ayer no pueden ni deben repetirse, sobre todo cuando los noticiarios nos devuelven de continuo a una realidad tozuda donde el hombre sigue siendo lobo para el hombre.
Aunque fue inscrita en Madrid porque ahí trabajaba su padre como ferroviario, su nacimiento tuvo lugar en Andújar el 20 de octubre de 1922, justamente en casa de su abuelo, sita en la calle Larga. Cuando Ana contaba doce años, la familia se trasladó de Madrid a nuestra ciudad y ahí pasó parte de su adolescencia, mientras el cabeza de familia, que había dejado su trabajo en la capital, intentó ganarse la vida como ebanista. Ana, por su parte, entró a trabajar como aprendiz de modista. En esos inicios de su existencia se forjó de manera definitiva la mentalidad anarquista de nuestra biografiada. Existen un par de párrafos referidos a Andújar que son como el as y el envés de una moneda: en ellos evoca recuerdos poéticos de esos años pero también constata la dureza de la vida en la España de entonces:
Andújar es el país de los jazmines que reptan perezosamente, como los lagartos, sobre los muros soleados de los jardines interiores blanqueados con cal y donde las mujeres hacen rosetas que se prenden en el pelo. Andújar también es el país de los higos chumbos, que se recogen con el rocío de la mañana y que se comen mientras están aún frescos. Es sobre todo la calle Larga, donde se encuentra la casa de mi abuelo, con su pozo junto al que crece un rosal gigante que recubre, guiado por un enrejado, casi todo el patio. Bajo el enrejado, cerca del pozo, pende una jarra de barro cocido llena de agua que rezuma gota a gota, dejando un reguero húmedo sobre las losas rojas. Es mi cosmos misterioso y sentimental, casi el único recuerdo bello que me queda de España.
Andújar es uno de los sitios donde las injusticias sociales son más flagrantes; es la tierra de los latifundios, de los terratenientes despóticos; tierra de folklore, de vino y de castañuelas; tierra mísera, de hambre y revuelta, una de las cunas legendarias del anarquismo español.
Cuando estalla la guerra ya se encuentra en Madrid, continuando con su labor de costurera. A sus quince años desea empuñar las armas como hizo su hermano Miguel, de veintiuno, trabajador ebanista de la CNT, quien fue herido varias veces y terminó en prisión al acabar el conflicto. Ante la situación de la capital, es evacuada junto con sus hermanas pequeñas Dolores y Antonia hacia Valencia. El grueso de niños y jóvenes tendrá un destino final en Cataluña; en su caso, a Vilanova i la Geltrú, ciudad que funcionaba casi totalmente de manera autogestionada, en esos experimentos anarquistas que vieron la luz en aquella época de dolor y muerte. En Vilanova entra en contacto con las Juventudes Libertarias y la organización feminista Mujeres Libres. Escribe su primer artículo de corte feminista en el Boletín Oficial de la ciudad y acude de continuo a la biblioteca, lo que le permite forjarse intelectualmente, ya que su paso por el colegio, como era entonces costumbre en las clases trabajadoras, fue bastante efímero. Allí conocerá a Dionisio Delso de Miguel, quien se convertirá en su pareja sentimental.
Ante el avance de las tropas franquistas, en enero de 1939, atraviesa la frontera francesa y, como tantos españoles, es recluida en un campo de concentración. En 1940 es acogida en un tren de compatriotas exiliados que, formando parte de la 539 compañía militarizada de trabajadores extranjeros, malviven en penosos trabajos, con la eterna incertidumbre de lo que iba a pasar con ellos, sobre todo cuando Hitler invade territorio francés. Esa experiencia es la que da pie al título de la autobiografía antes citada: Trescientos hombres y yo, aludiendo a que era la única mujer oculta entre ese número redondo de represaliados, que la cuidaron hasta que, ante la imposibilidad de seguir manteniendo esa situación, pasa a trabajar en una granja.
Son años de numerosas peripecias, sin documentación reglamentada, siempre con el miedo de ser devuelta a España o ser apresada por el gobierno colaboracionista de Vichy, con continuos cambios de residencia, entre las que se incluye un abandonado castillo medieval. Además, se hace muy difícil una convivencia normal con su pareja, Dioni. De esa unión nacería su hija Vida, un 26 de septiembre de 1941. En junio de 1944 nos cuenta cómo comienza a colaborar con la Resistencia, cuando la familia vive en la localidad de La Salle-en-Beaumont.
Al finalizar la II Guerra Mundial obtuvo por fin documentación para poder vivir sin el sobresalto de la ilegalidad. Es nombrada secretaria de la sección de Solidaridad Internacional Antifascista en Quet-en-Beaumont y se integró en la Alianza Democrática Española que publicó el periódico Cara a España. También formó parte de la Junta Española de Liberación que ansiaba la intervención de los aliados para erradicar la dictadura más abajo de los Pirineos, algo que nunca llegó a suceder, como todo el mundo sabe.
En el año 1951 emigró con Dioni y su hija a Montreal, donde pasó el resto de su vida, hasta su fallecimiento el 28 de mayo de 2020. Allí trabajó veintiséis años en la industria de la confección, formando parte del Sindicato Unión Internacional de Obreros/as de la Confección para mujeres. Sus continuas denuncias de corrupción dentro del sindicato y de connivencia con el poder estatal, le supusieron la marginación por parte de sus patronos y compañeros sindicalistas. En Montreal también militó en la federación local de la CNT y en los movimientos anarquista, feminista y pacifista. En esos años entabló amistad con la pintora Marcelle Ferron, exmiembro del grupo artístico “Automatistas” y una de las fundadoras de la librería “Alternative” y del periódico La Nuit.
Tras la muerte de Franco, en 1976, viajó a España y colaboró
tanto con el diario barcelonés Solidaridad Obrera como con el
boletín madrileño Bicel, de la fundación Anselmo Lorenzo.
FUENTES:
DELSO,
Ana; Trescientos hombres y yo. Estampa de una revolución.
Madrid, Fundación de Estudios
Libertarios Anselmo Lorenzo, 1998. Colección Testimonios, 6. Las fotografías publicadas pertenecen a este libro.
https://www.federacionanarquista.net