JUAN DE MORALES
(2ª mitad S. XVI - 1ª mitad S. XVII)
Poeta
Su obra conocida tampoco es muy abundante. En total: cinco composiciones, cuatro de las cuales las encontramos en la fundamental Flores de poetas ilustres, compendio de la lírica que emanaba de la denominada escuela antequerano-granadina, antología que fue realizada por el poeta Pedro Espinosa en 1605. De esos cuatro poemas, el más celebrado es la égloga de Tirsis y Coridón donde, por cierto, vuelve a elegir al río Betis como escenario de esos amores bucólicos, propios de la literatura pastoril. La expresión poética está tachonada, como no podía ser menos, de referencias mitológicas, pero el grado de complejidad no llega a la poesía gongorina que irrumpirá después con fuerza. Es la única obra del andujareño que fue impresa una segunda vez: en el tomo I del Parnaso Español de Juan José López de Sedano (1768).
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| Escena pastoril (Wikipedia) | 
“Al señor de Guadalcázar” es una extensa composición laudatoria, donde de nuevo aparecen personajes mitológicos para engrandecer a quien ostentaba este señorío, en tierras cordobesas, con especial referencia a un tal Gonzalo, que podría ser Gonzalo Fernández de Córdoba y Biedma, a quien Enrique III le concedió por vez primera la preeminencia sobre esta villa en el siglo XIV. En el momento de la publicación del poema, el señor de Guadalcázar era Diego Fernández de Córdoba, quien conseguiría convertirse en el primer marqués de Guadalcázar en 1609. Para terminar, tenemos dos poemas de menor extensión: por un lado el soneto que comienza así: “Jamás el cielo vio llegar piloto”; de otro, la traducción de la oda décima del libro segundo de Horacio, en el cual aparece el tópico literario de la aurea mediocritas; es decir, alabar el permanecer siempre en un término medio, sin destacar ni arriesgarse: “Vivirás más seguro / si en alto mar, Licinio, no navegas, / y si al peñasco duro / de peligrosa playa no te llegas, / huyendo cautamente / la inclinación del ábrego inclemente…”.
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| (www.amazon.es) | 
En 1611, Juan Antonio Calderón realiza otra compilación poética: la Segunda parte de las Fores de poetas ilustres de España. En ella aparece la quinta y última poesía conocida de nuestro autor, el “Himno a Nuestra Señora”, donde tras una extensa alabanza a la Virgen María, con referencias al Antiguo Testamento, se descubre que la divinidad ha intercedido para que la lluvia riegue los campos y, en agradecimiento, los devotos se comprometen a adornar su altar y sahumar su efigie. No me resiste a transcribir el poema completo y, dejando volar la imaginación, puede uno elucubrar conque estos endecasílabos bien pudieran estar dirigidos a la Señora de la Cabeza. Sin ir más lejos, en 1605 se aprobó por parte del Cabildo que la Morenita bajara a Andújar para realizar rogativas que trajeran consigo el final de la sequía.
¿Quién me dará la voz y el instrumento
para cantar, María, tu alabanza,
si le desmiente al vuelo el pensamiento?
Mas, pues que tu favor todo lo alcanza,
llegando a él, cual vid al olmo asida,
pondré dichoso fin a mi esperanza.
Tú fuiste, antes criada que nacida
erario donde estuvo el gran Tesoro
con que se rescató la humana vida;
Tú, sobre nubes recamadas de oro,
el sol en torno y a tus pies la luna,
estás sentada con el Dios que adoro.
De allí remedias la cruel fortuna
del hijo de Sión, porque a tu ruego
no puede haber dificultad alguna.
Y si vieras, la espada vuelta en fuego,
echar al Padre Adán de su regalo,
creo que le alcanzaras perdón luego.
No viera, a semejanza de hombre malo,
Jerusalén su Dios no conocido
colgado por mis culpas en un palo.
Si el pueblo de Israel casi vencido
el capitán asirio degollado
fue del asedio y cerco redimido.
Por Ti el linaje humano condenado,
vencido un capitán más poderoso,
fue del incendio eterno libertado
y tanto fue tu hecho más famoso
que el de la Santa Viuda, Virgen pura,
cuanto el contrario fue más poderoso.
Caminando Moisés en coyuntura
que el gran calor y sed en el desierto
entretenía el fin de su ventura,
de las entrañas de un peñasco yerto,
por orden del Señor, sacó una fuente,
con que resucitó su pueblo muerto.
Tú siempre, y más en la ocasión presente,
que la tierra de sed negaba el fruto,
con agua resucitas a la gente,
la cual agradecida, por tributo,
con voto se te obliga, de contento,
a no tener jamás el rostro enjuto.
Y por tu religión y sacramento
no se verá sin humo tu incensario
ni tu divino altar sin ornamento.
Lámparas encendidas de ordinario
tendrás, y colgarán a tu memoria
imágenes de cera en el sagrario,
y mis canciones cantarán tu gloria.
FUENTES:
TORRES LAGUNA, Carlos de; Andújar a través de sus actas capitulares (1600-1850). Jaén, IEG, 1981; pág. 39.
VALLADARES REGUERO, Aurelio; “Andújar en la literatura de los siglos de Oro (XVI-XVII). BIEG, 198, (julio-diciembre 2008), 139-164.
dbe.rah.es (Diccionario biográfico español de la Real Academia de la Historia).

