ALONSO
LADRÓN DE GUEVARA
(1584 –
1639)
Militar...
y “santo”.
Si
hay un andujareño con historia harto curiosa (aunque, eso sí,
generada no en vida, sino muchos años después de haber fallecido)
es este militar que hizo carrera en la terrible Flandes cuando
nuestros tercios se batían el cobre para preservar la honra y el
Imperio en aquellos tiempos tan heroicos como ruines.
Vino
al mundo en nuestra Andújar, en el año 1584. Su padre era don Pedro
Ladrón de Guevara, apellido que procedía, al parecer, de Vizcaya.
Su madre fue doña Catalina de Bellidos. Comenzó a servir en 1604, como soldado en la compañía del gobernador de Juliers (la actual
Julich, en Alemania), Manuel Franco de Andrade. En 1610 es ya capitán de arcabuces en el tercio de Juan de
Meneses. Diez años después sucede a Diego García del Águila como
sargento mayor del Tercio. En 1621 presencia cómo se reanuda la
guerra tras la Tregua de los doce años. Su carrera militar sigue en
auge, y así, en 1627 es nombrado maestre de campo del tercio
departamental de Brabante. Se cuenta que en agosto de ese mismo año,
durante el asedio a Groenlo, al este de Amsterdam, tuvo un serio
altercado con su compañero de armas, el italiano marqués de
Campolataro, sobre quién debía poner a sus hombres en vanguardia,
polémica que adquirió tono elevado puesto que hubo de intervenir el
mismísimo Ambrosio de Spínola (capitán general de Flandes) y la
gobernadora, la infanta Isabel, quien señaló que nunca se le debía
discutir o negar a un español el ir en vanguardia. No es de
extrañar, que a tan valioso militar, se le nombrara miembro del
Consejo de Guerra de los Países Bajos.
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Flandes en 1606 (Wikimedia Commons. Dominio público) |
Haremos
ahora un alto en su carrera profesional, para hablar de su entronque
con una noble familia de la zona. En 1615 contrae matrimonio con
Charlotte Alegambe, hija y heredera de Quentin Alegambe, señor de
Autroeuilles. Charlotte heredó el título al morir su hermano,
Jacques, el primogénito, sin descendencia. Así pues, nuestro
paisano, a la par que ascendía en el escalafón militar también se
convertía en un adinerado propietario de esta región que
actualmente forma parte del norte de Francia. A ello hay que sumar la
concesión del hábito de la orden de Santiago en 1625.
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Escudo de los condes de Alegambe (Wikimedia Commons. Dominio público) |
En
1634 la guerra contra Francia es un hecho. Don Alonso es entonces
gobernador de Ostende y moviliza, por orden del cardenal Infante, a
todo su tercio que tenía cuarteles de invierno en Lierre. Al año
siguiente se hace presente con sus tropas en Namur (en la actual
Bélgica) para detener cualquier ataque que viniese por el río Mosa.
En 1635 cayó prisionero en la batalla de Les Avins, el primer choque
serio entre franceses y españoles en el transcurso de la Guerra de
los Treinta Años. Fue liberado posteriormente, y al regresar, en
febrero de 1636 dejó el mando de su tercio para seguir como
gobernador de Ostende.
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El puerto de Ostende (footage.framepol.com) |
En
la campaña de 1639 fue gravemente herido en unas escaramuzas contra
los franceses junto a Saint Omer; fue traído moribundo a su casa
donde falleció el ocho de junio (hay otra versión de su muerte:
aquella que indica que tuvo lugar el 8 de abril de 1638 también
combatiendo contra los franceses, pero en Cassel). Fue enterrado en
la iglesia de San Nicolás, en Avelin, que él mismo había mandado
erigir, bajo una escultura yacente esculpida en mármol.
Su
hijo, Juan Alonso, también hizo carrera militar y llegó a ser
capitán del tercio de Gaspar de Bonifacio. Fue señor, además de
Autroeuilles, de Pont-à-Marque, Moulin, Agneaux, Buffelin, Broye y
Marquette. Al igual que su padre, murió en acción de guerra, cerca
de Armentières, el 26 (ó 28) de mayo de 1647. Murió sin
descendencia. Quizás por eso el castillo de la familia fue adquirido
en 1660 por François Hangouart, conde de Avelin. En esa misma
batalla, se cuenta que murió un hijo natural de don Alonso, que lo
tuvo con la dama Jean Thomain.
Pero
lo interesante empieza ahora, tras la muerte de nuestro personaje. El
1 de marzo de 1799, en pleno fragor revolucionario, unos obreros
comienzan a demoler la iglesia donde está enterrado don Alonso. Se
dedican con saña a su destrucción durante veinte días. Solo falta
inspeccionar los enterramientos. Bajo la más pesada losa, se
encuentran con un pesado ataúd que, al extraerlo, resbala y mata a
tres obreros. Los demás huyen dejando la profanación a medias.
Gentes del pueblo, atraídas por ese bello féretro de madera noble,
lo abren y en su interior encuentran otro, de plomo. Dentro de él,
¡sorpresa!: hallan a un venerable anciano de barba blanca vestido
con su armadura e incorrupto. De ahí a generarse el milagro solo hay
un paso. De todas las poblaciones de alrededor comienzan a venir
curiosos que, enseguida, se convierten en devotos fervientes de ese
desconocido caballero. Las autoridades deben intervenir y mandan
volver a enterrarlo. Para grabar la nueva lápida se fijan en los
restos de la antigua losa. Tan solo consiguen leer una “S”
(seguramente de “Alonso”) y “Ladrón”. Así pues, se manda
que en la lápida rece tan solo “S. Ladrón”, es decir: “San
Ladrón”, con lo cual, las autoridades no hacen sino acrecentar la
fama de santidad que ya tenía el muerto. Siguen viniendo devotos de
Arras, de Lille, de Douai... y al final, vuelven a exhumar el cuerpo
ya que todos quieren verlo y tocarlo porque obraba milagros: curaba
enfermedades, salvaba cosechas... Otra vez se le manda enterrar, pero
esta vez en una sepultura anónima del cementerio de Avelin, donde
quizás siga nuestro andujareño que, sin quererlo, se convirtió en
santo venerado de esta amplia región del norte de Francia, ciento
cuarenta años después de haber fallecido.
FUENTES
BERMEJO
HERREROS, Antonio; Recuerdos españoles en Flandes. Tomo I:
Francia. Madrid, editorial Visión Net, s.d.
M.D.
- S.D.H., Suite du Supplément au Nobiliaire des Pays-Bas et du
Comté de Bourgogne (1555-1614). Malines, Chez P.J. Hanicq, 1779.
TERRONES
ROBLES, Antonio; Vida, Martirio, Translación y Milagros de
San Eufrasio Obispo y Patrón de Andújar. Granada, 1657. Edición
facsímil: Jaén, Diputación Provincial, 1996.
UTRERA
CARDEÑAS, Pablo; Ladrón de Guevara: El santo oculto de Andújar.
Colección Andújar: historias ocultas, 1. Andújar, Plaza Vieja,
2007.