jueves, 19 de febrero de 2015

ALONSO LADRÓN DE GUEVARA
(1584 – 1639)



Militar... y “santo”.

Si hay un andujareño con historia harto curiosa (aunque, eso sí, generada no en vida, sino muchos años después de haber fallecido) es este militar que hizo carrera en la terrible Flandes cuando nuestros tercios se batían el cobre para preservar la honra y el Imperio en aquellos tiempos tan heroicos como ruines.

Vino al mundo en nuestra Andújar, en el año 1584. Su padre era don Pedro Ladrón de Guevara, apellido que procedía, al parecer, de Vizcaya. Su madre fue doña Catalina de Bellidos. Comenzó a servir en 1604, como soldado en la compañía del gobernador de Juliers (la actual Julich, en Alemania), Manuel Franco de Andrade. En 1610 es ya capitán de arcabuces en el tercio de Juan de Meneses. Diez años después sucede a Diego García del Águila como sargento mayor del Tercio. En 1621 presencia cómo se reanuda la guerra tras la Tregua de los doce años. Su carrera militar sigue en auge, y así, en 1627 es nombrado maestre de campo del tercio departamental de Brabante. Se cuenta que en agosto de ese mismo año, durante el asedio a Groenlo, al este de Amsterdam, tuvo un serio altercado con su compañero de armas, el italiano marqués de Campolataro, sobre quién debía poner a sus hombres en vanguardia, polémica que adquirió tono elevado puesto que hubo de intervenir el mismísimo Ambrosio de Spínola (capitán general de Flandes) y la gobernadora, la infanta Isabel, quien señaló que nunca se le debía discutir o negar a un español el ir en vanguardia. No es de extrañar, que a tan valioso militar, se le nombrara miembro del Consejo de Guerra de los Países Bajos. 

Flandes en 1606 (Wikimedia Commons. Dominio público)
 

Haremos ahora un alto en su carrera profesional, para hablar de su entronque con una noble familia de la zona. En 1615 contrae matrimonio con Charlotte Alegambe, hija y heredera de Quentin Alegambe, señor de Autroeuilles. Charlotte heredó el título al morir su hermano, Jacques, el primogénito, sin descendencia. Así pues, nuestro paisano, a la par que ascendía en el escalafón militar también se convertía en un adinerado propietario de esta región que actualmente forma parte del norte de Francia. A ello hay que sumar la concesión del hábito de la orden de Santiago en 1625. 

Escudo de los condes de Alegambe
(Wikimedia Commons. Dominio público)
 

En 1634 la guerra contra Francia es un hecho. Don Alonso es entonces gobernador de Ostende y moviliza, por orden del cardenal Infante, a todo su tercio que tenía cuarteles de invierno en Lierre. Al año siguiente se hace presente con sus tropas en Namur (en la actual Bélgica) para detener cualquier ataque que viniese por el río Mosa. En 1635 cayó prisionero en la batalla de Les Avins, el primer choque serio entre franceses y españoles en el transcurso de la Guerra de los Treinta Años. Fue liberado posteriormente, y al regresar, en febrero de 1636 dejó el mando de su tercio para seguir como gobernador de Ostende. 

El puerto de Ostende (footage.framepol.com)
 

En la campaña de 1639 fue gravemente herido en unas escaramuzas contra los franceses junto a Saint Omer; fue traído moribundo a su casa donde falleció el ocho de junio (hay otra versión de su muerte: aquella que indica que tuvo lugar el 8 de abril de 1638 también combatiendo contra los franceses, pero en Cassel). Fue enterrado en la iglesia de San Nicolás, en Avelin, que él mismo había mandado erigir, bajo una escultura yacente esculpida en mármol.

Su hijo, Juan Alonso, también hizo carrera militar y llegó a ser capitán del tercio de Gaspar de Bonifacio. Fue señor, además de Autroeuilles, de Pont-à-Marque, Moulin, Agneaux, Buffelin, Broye y Marquette. Al igual que su padre, murió en acción de guerra, cerca de Armentières, el 26 (ó 28) de mayo de 1647. Murió sin descendencia. Quizás por eso el castillo de la familia fue adquirido en 1660 por François Hangouart, conde de Avelin. En esa misma batalla, se cuenta que murió un hijo natural de don Alonso, que lo tuvo con la dama Jean Thomain.

 
La actual iglesia de Avelin (Wikimedia Commons. Dominio público)

Pero lo interesante empieza ahora, tras la muerte de nuestro personaje. El 1 de marzo de 1799, en pleno fragor revolucionario, unos obreros comienzan a demoler la iglesia donde está enterrado don Alonso. Se dedican con saña a su destrucción durante veinte días. Solo falta inspeccionar los enterramientos. Bajo la más pesada losa, se encuentran con un pesado ataúd que, al extraerlo, resbala y mata a tres obreros. Los demás huyen dejando la profanación a medias. Gentes del pueblo, atraídas por ese bello féretro de madera noble, lo abren y en su interior encuentran otro, de plomo. Dentro de él, ¡sorpresa!: hallan a un venerable anciano de barba blanca vestido con su armadura e incorrupto. De ahí a generarse el milagro solo hay un paso. De todas las poblaciones de alrededor comienzan a venir curiosos que, enseguida, se convierten en devotos fervientes de ese desconocido caballero. Las autoridades deben intervenir y mandan volver a enterrarlo. Para grabar la nueva lápida se fijan en los restos de la antigua losa. Tan solo consiguen leer una “S” (seguramente de “Alonso”) y “Ladrón”. Así pues, se manda que en la lápida rece tan solo “S. Ladrón”, es decir: “San Ladrón”, con lo cual, las autoridades no hacen sino acrecentar la fama de santidad que ya tenía el muerto. Siguen viniendo devotos de Arras, de Lille, de Douai... y al final, vuelven a exhumar el cuerpo ya que todos quieren verlo y tocarlo porque obraba milagros: curaba enfermedades, salvaba cosechas... Otra vez se le manda enterrar, pero esta vez en una sepultura anónima del cementerio de Avelin, donde quizás siga nuestro andujareño que, sin quererlo, se convirtió en santo venerado de esta amplia región del norte de Francia, ciento cuarenta años después de haber fallecido.



FUENTES

BERMEJO HERREROS, Antonio; Recuerdos españoles en Flandes. Tomo I: Francia. Madrid, editorial Visión Net, s.d.
M.D. - S.D.H., Suite du Supplément au Nobiliaire des Pays-Bas et du Comté de Bourgogne (1555-1614). Malines, Chez P.J. Hanicq, 1779.
TERRONES ROBLES, Antonio; Vida, Martirio, Translación y Milagros de San Eufrasio Obispo y Patrón de Andújar. Granada, 1657. Edición facsímil: Jaén, Diputación Provincial, 1996.
UTRERA CARDEÑAS, Pablo; Ladrón de Guevara: El santo oculto de Andújar. Colección Andújar: historias ocultas, 1. Andújar, Plaza Vieja, 2007.





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