MANUEL MONTORO GARCÍA
(+ 1956)
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Médico,
cirujano, escritor, político...
E inquieto erudito, el
doctor Montoro (como lo recuerda una calle céntrica de Andújar) fue
un enamorado de su tierra. Su propia casa, sita en la calle Ollerías
y hoy tristemente desaparecida, era un museo vivo de la artesanía de
la zona. No olvidemos que, por ejemplo, las piezas de cerámica
andujareña que se pudieron contemplar en la casa de Jaén de la
Exposición del Traje Regional de 1924 fueron donadas por él.
Durante toda su vida se
dedicó a la investigación histórica y a la defensa del patrimonio
cultural de su ciudad y de toda la provincia, presentando informes
sobre el estado de las ruinas de Iliturgi, la plaza de Santa María,
los saqueos en la zona de Los Villares, cierto dolmen encontrado en
nuestro término municipal, etc. Su entrega fue recompensada por los
políticos locales y provinciales: el 11 de junio de 1923 fue
nombrado Hijo Predilecto de Andújar. Sus inquietudes eruditas lo
llevaron a ser elegido el 7 de diciembre de ese mismo año de 1923
académico correspondiente de la Historia. En 1925 fue delegado de la
provincia de Jaén en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de
1929.
A la izquierda, parte de la fachada de la casa de don Manuel Montoro |
Fue uno de los pilares del partido conservador y su jefe local en el periodo 1917-1923. Concejal del consistorio andujareño, ocupó el sillón de la alcaldía durante unos meses del año 1914. Muy pronto fue aupado a cargos de carácter provincial: de 1919 a 1920 fue vicepresidente de la Diputación de Jaén, pasando a ser presidente en el período 1920-1922. Según aporta Luis Pedro Pérez el hecho de apartar de la alcaldía de Andújar a Manuel Beltrán le acarreó ser muy criticado en el seno de su partido, formando frente común con Prado y Palacio.
Como andujeño no podía
faltar en su currículum la devoción a la Morenita, llegando a ser
hermano mayor de la Real Cofradía Matriz en 1911, de lo que queda
constancia gráfica en la fotografía que abajo reproducimos. Don
Manuel pertenecía a esa burguesía que se abría paso, poco a poco,
entre la rancia nobleza de la ciudad y levantaba casonas de amplia
fachada y patios de hierro colado; se ufanaba en tener una viña en
la sierra (y la del doctor Montoro era imponente, allá por el pago
de la Alcaparrosa) y una casa de campo en Capellanías; y sorprendía
a los vecinos con la irrupción en la vía pública de un vehículo
de motor como los que podemos admirar en el museo de los hermanos Del
Val. Pero don Manuel Montoro fue también, y sobre todo, un
profesional de la medicina que nunca olvidó sus humildes orígenes y
que favoreció siempre que pudo a los más pobres. Tanto es así que
en 1922 se le concedió la Gran Cruz de Beneficiencia a petición del
Marqués del Rincón de San Ildefonso y la opinión pública, con el
Ayuntamiento al frente.
La Cofradía Matriz fotografiada en el patio de la casa de don Manuel Montoro |
De mi familia he oído
muchas historias de don Manuel, como que sufrió amenazas y
extorsiones (algo muy normal en la convulsa España de principios del
siglo XX); que pudo estudiar la carrera de Medicina gracias a una tía
suya; o que durante la Guerra Civil estuvo escondido en una fábrica
de harinas justamente en la antigua calle Comedias Viejas que hoy
lleva su nombre.
Algunas de sus
investigaciones las encontramos en ese oasis cultural que fue la
revista Don Lope de Sosa, como el estudio acerca de los
Mínimos en Úbeda o “De cómo celebró la Ciudad de Andújar la
canonización de los Mártires del Japón”, este último publicado
en un número del año 1923.
Nuestro biografiado, del
que ignoramos su fecha de nacimiento, dejó de existir un 22 de enero
de 1956.
Su hijo, Juan José
Montoro Cañete, fue abogado (1917-1980) y su nieto, J. José García
Montoro, capitán de aviación muerto en acto de servicio
(1934-1963).
FUENTES:
PÉREZ GARCÍA, Luis
Pedro; Andújar 1900-1936. Monarquía, Dictadura, República.
Jaén, IEG, 2005.
Revista Don Lope de
Sosa.
A D. Manuel Montoro le conocí en sus últimos años de vida y la imagen que conservo de él está entre las más evocadoras de mi niñez. Recuerdo que durante el largo verano de Andujar, se sentaba todos los atardeceres en un confortable sillón de mimbre que le colocaban en el zaguán de su casa de la calle Ollerías. Con señorial porte, pero vestido con un impecablemente planchado pijama se entretenía viendo y saludando a la gente que pasaba. Los protagonistas éramos los niños que paseando por la calle con nuestros padres o con las “niñeras” corríamos a darle un beso, a lo que él correspondía obsequiando a cada uno con una peseta rubia que se sacaba ceremoniosamente del bolsillo de la chaqueta del pijama. Tal vez algún niño de aquella época, hoy un largo sesentón pueda recordar también esta anécdota, porque Don Manuel repartía muchas moneda a lo largo de la tarde y éramos muchos los que pasábamos por su casa.
ResponderEliminarLo mismo me contaba mi abuela Carmen, que fue criada en su casa hasta que contrajo matrimonio con mi abuelo Andrés. Curiosamente, servidor estuvo durmiendo buena parte de su niñez y su adolescencia en una cama que le regaló don Manuel Montoro a su antigua empleada, mi abuela, y que tenía grabadas en la cabecera las iniciales M.M.
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